Marcelo Sili publicó una nota titulada ‘Pensar los territorios y nuestro hábitat en tiempo de Coronavirus’

Escrito por Lic. Emiliano Arriaga Zugasti el . Publicado en Información General

Marcelo Sili, Investigador Científico del CONICET, especializado en Desarrollo Territorial, que vive en Pigüé, dio a conocer una publicación especial.

Esta es su expresión escrita: "Pensar los territorios y nuestro hábitat en tiempo de coronavirus’. La Argentina siempre ha sido un país profundamente desequilibrado. Un país que contrasta vastos espacios de muy bajas densidades de población, con pueblos que apenas pueden sobrevivir, frente a ciudades que crecen día a día con altos niveles de concentración y congestión.

Esos desequilibrios territoriales también se manifiestan en nuestras formas de habitar, en nuestras viviendas y espacios de convivencia. Hoy, la pandemia del coronovirus amplifica y visibiliza más que nunca estos desequilibrios, ya que la enfermedad y la cuarentena no se vive de la misma manera en el campo, en los pueblos, ciudades, villas de emergencia o barrios privados. La inmovilidad que genera la cuarentena, y por lo tanto la imposibilidad de salir (o escaparnos) de nuestros lugares cotidianos, ha puesto de manifiesto la importancia de nuestros lugares de vida, de nuestras casas, departamentos, barrios y pueblos. La cuarentena nos saco de la condición de hombres nómades modernos, a hombres de lugares, anclados a un espacio concreto. De la calidad de dichos lugares dependerá nuestra calidad de vida y las posibilidades de construcción de nuestro futuro.
Las personas que habitan en viviendas precarias, en condiciones de hacinamiento, donde el patio es la calle, y la calle es la vida social, viven la pandemia como un nuevo drama, que se suma a la histórica pobreza. Para ellos, la pandemia tiene gusto a abandono y reclusión en espacios mínimos e insalubres de los cuales no podemos escapar por temor a caer en otros dramas como la enfermedad y la muerte. A la pobreza económica se suma la inexistencia de un lugar donde construir una vida digna. Por otro lado, los habitantes de nuestras ciudades abigarradas, congestionadas, hechas a fuerza de especulación y concentración, descubren también con la pandemia, como su forma de habitar en espacios minúsculos, alejados de toda relación con la naturaleza, se ha transformado en un problema clave en sus vidas. Por último, los habitantes del campo y de pequeños pueblos que disponen de espacio y de acceso a áreas verdes y la naturaleza viven estas condiciones de cuarentena de otra manera, sin acceso a muchos servicios y los enormes mercados de consumo como la población urbana, pero con mayor calidad de vida. Así, la pandemia y la cuarentena han dejado al descubierto más que nunca que la disponibilidad de espacio individual y familiar, de vivienda de calidad, de acceso a la naturaleza y de espacios colectivos, es el más claro indicador de calidad de vida de una sociedad, más allá de los ingresos y los niveles de consumo.
La pandemia se ha transformado entonces en un nuevo revelador de las inequidades en las formas de habitar y vivir los territorios, pero paradójicamente también se ha transformado en una gran oportunidad para emprender cambios en las formas de organizar nuestros campos, pueblos y ciudades. Es imprescindible pasar de los modelos tradicionales de organización y política territorial, que ponen el acento en la creación de grandes infraestructuras y en la concentración de viviendas, bienes y servicios, como forma de reducir costos y aumentar ganancias, a nuevos modelos y prácticas territoriales más innovadoras y coherentes con el cambio tecnológico (internet y teletrabajo), con las nuevas demandas de espacio y un hábitat limpio y sostenible, y con la necesidad de reducir riesgos ambientales y sanitarios.
Campos más diversificados y resilientes, barrios, pueblos y ciudades verdes, viviendas con espacio adecuado para el sostén familiar, sistemas de transporte multimodales y sustentables, energías limpias, teletrabajo, consumo responsable, circuitos cortos de producción y consumo, no son sólo ideas nuevas, son elementos que ya emergen en todo el país pero que requieren políticas que las sostengan hasta que se consoliden como un nuevo modelo de organización y desarrollo de los territorios. No obstante, será necesario prevenir la deriva en pensar nuevamente en términos dicotómicos y excluyentes entre campo y ciudad, que ubican muchas veces a la ciudad como el lugar donde pulula la miseria y la violencia, y al campo como el lugar de la felicidad, o por el contrario, pensar que el campo es el refugio de la pobreza y el inmovilismo, en tanto la ciudad es el lugar único de la innovación y la modernidad. Pensar los territorios y las formas de habitar hacia el futuro implicará también rediseñar nuevas formas de relación entre el campo y la ciudad y en el lugar que tienen cada uno de ellos en la construcción de un nuevo modelo territorial en Argentina. Este modelo a construir deberá permitir, mejorar la calidad de vida de millones de personas, reducir los riesgos ambientales y sanitarios, y también anticipar y prevenir las futuras crisis ecológicas y ambientales por venir, productos del cambio climático y de estilos de producción extractivos.
No obstante, para pensar y crear nuevos territorios y nuevas formas de habitar en Argentina se requiere ante todo reconocer y aceptar varios hechos fundamentales. En primer lugar, que nuestros territorios (campos y ciudades) han estado siempre sujetos a la especulación, sin control ni regulación por parte de la sociedad y el Estado, es decir, son territorios huérfanos de política (en el sentido amplio del término y no solo en términos de prácticas electorales). En segundo lugar, que las intervenciones en términos de creación de infraestructuras y equipamientos, han contribuido más a la concentración y congestión de hombres y actividades, que a la organización de una estructura más equilibrada y sostenible del territorio. En tercer lugar, hay que reconocer que Argentina se sigue mirando desde nuestras principales ciudades, y especialmente desde la región metropolitana, y esto constituye una gran paradoja nacional, en un país donde el 90 % de su territorio son áreas rurales y naturales.
Construir nuevos equilibrios territoriales y nuevas formas de habitar más seguras y dignas, ya no es una cuestión secundaria, hoy más que nunca es un tema de agenda para asegurar la vida y el futuro de millones de personas".

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